Una villa suspendida entre la tierra y el mar, desde la tranquilidad de una naturaleza auténtica y espontánea de la que el ser humano es un espectador admirador. Las habitaciones están concebidas en secuencia: cada una parte de una historia completa y coherente que alberga en la calidad de los materiales y los colores naturales su «trait d’union».
La entrada refleja los tonos cálidos y variados del paisaje circundante. Las estancias de la casa se organizan en torno a esta sala, cuyo eje es una mesa majestuosa y escultural, a la que aportan ligereza sus líneas curvas y su esbelto tablero.
En el salón, el sofá está dispuesto anfiteatralmente para disfrutar de la espectacular vista del acantilado. Los colores neutros invitan a la contemplación, mientras que el mobiliario y las obras de arte crean un continuo visual elegante y contemporáneo.
La conexión entre el comedor y el exterior es fluida. Lo que la crea no es solo la hábil combinación de colores de los muebles y los elementos naturales, sino también la conexión simbólica en términos de materialidad y textura.
En el segundo salón, más íntimo y recogido, las líneas arquitectónicas del sofá se combinan con las envolventes curvas de los sillones y con sofisticados complementos, como el biombo.